Ser Emprendedor es uno de los conceptos que nos ha dejado esta crisis. Casi todas las épocas de recesión tienen sus propios conceptos. No podemos decir que ser emprendedor sea un concepto nuevo, porque la gran mayoría de empresas españolas se basan en el concepto del emprendedor: el 55% son sólo el trabajador o trabajadora autónoma de toda la vida, y otro 28% tiene únicamente uno o dos asalariados, según el Instituto Nacional de Estadística.
La llamada Ley del Emprendedor que puso en marcha el Gobierno de Rajoy en 2013, dice: “es necesario un cambio de mentalidad en el que la sociedad valore más la actividad emprendedora y la asunción de riesgo”. Vamos, el “hágaselo usted mismo, que no tenemos tiempo para crear empleo, así que suya es la solución, debe de ser emprendedor”
Estos perfiles emprendedores no sólo tienen que lidiar con el escenario de crisis, sino también con décadas de políticas públicas que han ido colocando cada vez más cerca del abismo a las personas que iniciaron sus pequeños negocios. A pesar de algunas medidas puntuales y de multitud de programas empresariales bajo la idea general de ayudas para ser emprendedor y premios al emprendimiento, la realidad es que en los últimos años se ha hecho más bien lo contrario. El Fondo Monetario Internacional reconoce en su último Informe anual sobre España (FMI, 2015) que es el país donde más barreras encuentra el emprendedor.
Y aún así, sigue habiendo muchos emprendedores que se lanzan a la aventura de ser emprendedor, bien por motivación, o bien por no encuentran más salidas. Desde 2008, cada año se crean de media unas 340.000 empresas y se destruyen otras 390.000. El comercio al por menor lideró los dos rankings en 2013, con 53.800 nuevas empresas y con el cierre de más de 60.000 negocios.
La solución propuesta desde lo institucional raya el surrealismo. La ley del emprendedor señala la internacionalización de las empresas españolas como “motor clave del crecimiento económico a largo plazo”, y el FMI dice que hay demasiadas empresas pequeñas porque, a pesar de dar de comer a dos tercios de los trabajadores y generar la mitad del valor añadido de la economía, “su productividad es típicamente inferior comparada con empresas más grandes”.
Pero ¿cómo se conjunta esto?. Básicamente lo que nos está trasladando es que no sirve ser emprendedor de un emprendimiento pequeño, sino que los emprendimientos que les gustan son de grandes empresas. Ahora que nos expliquen cuantos de los primeros emprendimientos son de empresas grandes que coticen en bolsa.
¿Dónde, cuándo y cómo buscar inversión?
Si hay algo que preocupa a casi todo emprendedor, es el acceso a la financiación. Tienes una idea que va a cambiar el mundo… pero ¿con qué dinero la vas a ejecutar?
Tienes una idea, quizás un business plan con una previsión de ventas y muchas ganas… pero los bolsillos vacíos. En ese momento te planteas que necesitas dinero, así que acudes a los bancos…y nada. Hasta cierto punto es comprensible, tu proyecto (y tú mismo como emprendedor) es una gran incógnita en este momento, y no está la cosa para apostar por riesgos. Si quieres conocer cómo realizar una previsión de ventas pincha aquí
Otras alternativas
- Aguantar: La opción más dura a considerar, pero a veces la única si no ha prosperado ninguna de las vías. Si tu proyecto no requiere de inversiones importantes en productos, materias o maquinaria, y tu principal activo es tu tiempo, tendrás que asumir que todo va a ir más lento. Obviamente no es una opción agradable, pero en mi experiencia a veces es mejor no buscar financiación hasta no haber probado el modelo en el mercado.
- Buscar un inversor: Muy pocos inversores meten dinero en ideas, sino en negocios (lo que implica que esté al menos esbozado o prototipado el producto, e idealmente que ya haya sido validado el modelo de negocio). En ese estadio la valoración de la compañía será necesariamente muy baja, por lo que cualquier aporte de capital implica que se quedará con una buena parte.
- Pedir una subvención: No es una buena opción por dos razones, una más objetiva y otra subjetiva: por un lado, requiere invertir una cantidad nada despreciable de tiempo en rellenar decenas de impresos y documentos cuya utilidad real es ninguna. Por otro lado, las subvenciones alteran las dinámicas naturales de mercado y adulteran la viabilidad real de una empresa.
- Pedir dinero a gente de nuestro entorno: Una de las opciones que nos planteamos en última instancia, lo que no me deja de parecer curioso: si estamos convencidos que nuestro proyecto va a cambiar el mundo y hacer rico a sus inversores… Si crees de verdad en el proyecto, no debería ser un problema, y te ofrecerá una confianza y validación de tu compromiso con tu empresa muy superior a cualquier cosa que digas o hagas.
- Buscar un préstamo participativo: Una de las alternativas “grises” que puede resultar más interesante. Existen diversas entidades, tanto a nivel nacional como regional, que ofrecen esos préstamos que buscabas en la banca pero con unas condiciones bastante interesantes, y que han sido creadas para ayudar a emprendedores con negocios innovadores. ENISA es posiblemente el más conocido, pero existen réplicas. Tendrás que invertir algo de tiempo en rellenar documentación, pero suele ser una buena opción para este momento.
En el caso que estés buscando orientación para ver la viabilidad de tu proyecto tenemos planes para emprendedores aquí tratando de poder dar una solución real de cómo poner en marcha tu negocio. Simplemente contacta con nosotros aquí y te explicamos lo sencillo que puede ser poner en marcha un proyecto de emprendimiento.
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